Los fanáticos se sienten rebosantes de certezas, de entusiasmo, de dogmatismo: toman su fe por un saber. Por ella, están dispuestos a matar o a morir. No dudan. No titubean.
Conocen la Verdad y el Bien. No tienen necesidad de ciencias ni de democracia. Todo está escrito en el Libro. Basta con creer y obedecer. Entre Darwin y el Génesis, entre los derechos humanos y la Charia, entre los derechos de los pueblos y la Torah, eligieron su campo, de una vez por todas. Están del lado de Dios.
¿Cómo habrían de confundirse? ¿Por qué habrían de creer en otra cosa?
Conocen la Verdad y el Bien. No tienen necesidad de ciencias ni de democracia. Todo está escrito en el Libro. Basta con creer y obedecer. Entre Darwin y el Génesis, entre los derechos humanos y la Charia, entre los derechos de los pueblos y la Torah, eligieron su campo, de una vez por todas. Están del lado de Dios.
¿Cómo habrían de confundirse? ¿Por qué habrían de creer en otra cosa?
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