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sábado, 29 de noviembre de 2014

Por qué la gente no cambia de opinión?

Participo de varios foros de psicología. Encuentro una y otra vez los mismos argumentos frente a los mismos planteos. Encuentro mucha gente proponiendo buenos argumentos y citando evidencia sólida y aún así, las creencias siguen intactas. Encuentro que aún siendo refutada la información sobre la que se basa una creencia, la creencia permanece. Encuentro, quizá sea lo más difícil de entender, que las creencias –en algunos contextos llamadas “teorías”-se basan en muy poca información, débil e insuficientemente demostrada, escasa para las conclusiones generales que genera. Fugazmente recuerdo que alguien dijo una vez que incluso si el cuerpo de Cristo fuera encontrado, los fieles permanecerían fieles.
Intentando encontrar respuestas para este fenómeno –dejando de lado las emociones que genera- y considerando que si alguien se aferra con todas sus fuerzas a algo que ya ha sido desacreditado es porque ese aferrarse cumple una función muy importante en su vida, me encontré con una serie de investigaciones llevadas a cabo por un grupo de personas que se preguntaron lo mismo que yo bastante antes y de mejor manera. Espero no aburrirlos demasiado con los datos que siguen a continuación, pero si se encuentran igual que yo, tratando de entender qué sostiene este fenómeno, seguramente les van a interesar.
Participemos o no de foros de discusión, todos alguna vez intentamos cambiar la opinión de un amigo sobre algún tema puntual y nos encontramos frustrados al fallar en esa misión. Ofrecemos evidencia sólida y buenos argumentos que no producen ningún cambio en las creencias del otro. De hecho, sospechamos que nosotros mismos podemos cometer intransigencias similares cuando nuestras propias creencias son atacadas.
De estas observaciones de la vida cotidiana, hay dos preguntas obvias que surgen: ¿Somos propensos a persistir en nuestras creencias acerca del mundo hasta el punto en que son indefendibles? Y si es así ¿Por qué?
Ofrecemos evidencia sólida y buenos argumentos que no producen ningún cambio en las creencias del otro
La primera pregunta aparentemente simple es bastante compleja. Notemos que cualquier consideración al respecto  de que nuestras creencias son menos permeables a las discusiones empíricas o lógicas de lo que “deberían ser” requiere que podamos especificar cuánto cambio en nuestras creencias “debería” ocurrir en un desafío particular a dichas creencias. Las observaciones de la vida cotidiana rara vez permiten esa especificación.
Pero hay un caso en el cual no podemos ser muy flexibles. Son aquellos en los quetoda la evidencia que originalmente dio lugar a una creencia en particular escompletamente desacreditada. Cuando toda la evidencia en la que se basó una creencia se muestra ficticia, entonces esperamos que la creencia se revierta –cambie.
Veamos que nos dicen al respecto  algunas investigaciones:
  • Ross, Lepper, and Hubbard (1975), realizaron una investigación en la que pidieron a los sujetos que distingan entre notas suicidas verdaderas y falsas. Se les comunicaba que se estaba evaluando su capacidad de empatía y sensibilidad social. Luego, los investigadores proveyeron falso feedback indicando su aparente éxito o fracaso en discriminar las notas. Finalmente, a la mitad de los sujetos, en una instancia posterior de debriefing se les explicó que el feedback era falso. Aunque los sujetos entendieron y aceptaron este “debriefing”, sus predicciones de éxito a futuro y de sus propias habilidades continuaron estando muy influídas por el feedback previo de éxito o fracaso que había sido desacreditado. Esto es: quienes habían recibido un feedback de éxito continuaron creyendo en sus habilidades para discriminar luego de que se comunicó que ese feedback era falso. Lo mismo para el grupo que recibió feedback de fracaso.
  • Jennings, Lepper, & Ross (1980) y Lepper, Ross, & Lau (1980) mostraron que primeras impresiones equivocadas acerca de la habilidad de los otros para la persuasión y el razonamiento lógico sobrevivían a pesar de la remoción de la evidencia inicial.
Parece sorprendente. Pero esto no es todo. Queda una cuestión importante por resolver que tiene que ver con la segunda pregunta que nos hemos hecho: la pregunta por el mecanismo que puede estar sosteniendo la perseverancia de las creencias. La hipótesis central es que un proceso cognitivo fomenta esta perseverancia. Este proceso involucra la formulación de guiones causales o explicaciones y deriva de nuestra tendencia a buscar o construir explicaciones para dar cuenta de eventos salientes del ambiente o relaciones entre eventos que son percibidos (Kelley, 1967, 1973).
Tales explicaciones causales permiten al observador tener un recurso eficiente para organizar y entender el mundo social. Sin embargo, debido a que esas explicaciones pueden volverse independientes de la información que originalmente les dio origen, ellas pueden contribuir a la persistencia injustificada de creencias y teorías. Una vez que una explicación causal es generada, continuará implicando la probabilidad del estado de cosas explicado aún cuando las bases originales para creer en ese estado de cosas sean eliminadas. Ross, Lepper, Strack, & Steinmetz (1977) mostraron en una investigación que dar una explicación para un posible resultado en la vida de una persona incrementó la estimación subjetiva de probabilidad de ocurrencia de ese resultado –creían que había más probabilidades de que suceda en el futuro.
La gente se aferra a sus creencias mucho más de lo que es lógicamente esperable
Respecto a los dos interrogantes que planteamos al comienzo, voy a compartir una investigación realizada por Anderson, Lepper y Ross (1980) cuyos resultados son bastante llamativos y que apoyan los resultados de las investigaciones citadas anteriormente. La investigación consistió en dos estudios.
En el Estudio 1 los sujetos fueron inducidos a creer que había o bien una relación positiva o bien una relación negativa entre la “preferencia por el riesgo” en bomberos y el consecuente” éxito” como bomberos en su desempeño. Es decir, a un grupo se lo indujo a pensar –a través de la presentación de dos casos de bomberos- que la preferencia por el riesgo se relacionaba positivamente con el éxito como bomberos y a otro grupo se lo indujo a pensar que la preferencia por el riesgo se relacionaba negativamente con el éxito como bomberos.  Luego se les pidió que escribieran una explicación escrita de dicha relación. Posteriormente, un grupo de ellos recibió un debriefing en donde se les contaba que la información aportada al comienzo –los dos casos en donde se mostraba relación negativa o positiva entre las variables- era falsa y que no tenía ningún valor probatorio. El otro grupo no recibió ese debriefing. Finalmente, todos los sujetos –de ambos grupos- completaron una serie de cuestionarios que evaluaban sus creencias respecto a la verdadera relación entre estas dos variables y el poder predictivo de esta relación. También hubo un grupo control que no recibió ninguna información sobre la relación entre estas dos variables pero completó las medidas del final.
Paff
Ilustración de Fabián Valenzuela
¿Qué esperaríamos de los resultados? Quizá que el grupo que recibió el debriefing abandone la idea de que estas dos variables se relacionan de la forma explicada, ya que la información inicial fue desacreditada. Veamos qué ocurrió: en principio llama la atención que hayan establecido fuertes explicaciones causales basándose en la información de sólo dos casos de bomberos. Fueron expuestos a información inicial muy débil que generó un fuerte efecto en sus creencias. Sólo por leer dos casos, un grupo estaba convencido de que había una relación negativa entre preferencia por el riesgo y éxito posterior, y el otro grupo estaba convencido de la inversa. Pero ¿qué ocurrió con el grupo que recibió debriefing diciendo que los dos casos eran falsos? El descrédito total de la evidencia en la que se basaron para armar sus explicaciones tuvo mínimo impacto en sus creencias respecto a la relación existente entre la preferencia por el riesgo y la habilidad como bomberos. En el grupo con condición de debrefing, los sujetos que fueron expuestos a información que indicaba una relación positiva continuaron creyendo que dicha relación positiva existía, mientras que los sujetos expuestos a información que indicaba una relación negativa continuaron creyendo que existía relación negativa.
Las creencias iniciales pueden perseverar incluso frente a la invalidación de sus fuentes
Esto apoya la hipótesis de que aún luego de que la evidencia inicial en la que se basa la creencia fue totalmente desacreditada, la gente falla en reconsiderar y revisar sus propias creencias. El hecho de que las teorías de los sujetos sobreviven virtualmente intactas es particularmente sorprendente, cuando además consideramos lo débil de la información inicial (como en este ejemplo, sólo dos casos).
Pero aun falta algo. En el estudio 1 todos los sujetos armaron explicaciones sobre esta relación, de modo que es difícil evaluar desde ahí si las explicaciones juegan un rol mediador importante o no en la perseverancia de las creencias. Era necesario otro estudio.
En el Estudio 2 se intentó averiguar si las explicaciones son necesarias como precondición para la perseverancia de las creencias o si, en todo caso, incrementan la magnitud de dicha perseverancia. Igual que en estudio 1, todos los sujetos recibieron información con casos ilustrativos respecto a la relación positiva o negativa entre las dos variables para que “descubran” la relación. A un tercio de los sujetos se les pidió que escriban una explicación que dé cuenta de la relación descubierta y luego recibieron debriefing respecto a que los casos presentados eran falsos. A otro tercio no se les pidió explicación y recibieron debriefing respecto a la falsedad de la información. Al tercio restante no se les pidió explicación y no recibieron debriefing. De modo que quedaron conformados tres grupos: 1) No explicación/No debriefing; 2) Explicación/ Debriefing y 3) No explicación/ Debriefing. Finalmente, como en el estudio anterior, los sujetos completaron una serie de cuestionarios que evaluaban sus creencias respecto a la verdadera relación entre estas dos variables y el poder predictivo de esta relación.
La perseverancia de las creencias está mediada en parte por la generación de explicaciones causales
Si la hipótesis mencionada al comienzo es cierta, y el armado de explicaciones tiene poder mediador sobre la magnitud de la perseverancia en las creencias, esperamos que de los grupos que recibieron debriefing, presente mayor perseverancia aquel que realizó la explicación escrita. Y eso fue lo que ocurrió: aquellos que no realizaron la explicación y recibieron debriefing refirieron creencias menos extremas que aquellos que sí realizaron la explicación –y, por supuesto, que aquellos que no recibieron debriefing-. De esta manera, podemos notar que el proceso de explicar la relación observada aumenta la perseveranciade los sujetos en sus creencias respecto de la relación que “descubrieron”.
Estos resultados nos permiten concluir tres cosas: a) que la gente se aferra a sus creencias mucho más de lo que es lógicamente esperable, aún cuando la evidencia que las sostiene es sumamente débil, como es el ejemplo de dos casos de dudosa procedencia, b) que las creencias iniciales pueden perseverar incluso frente a la invalidación de sus fuentes, c) que la perseverancia de las creencias está mediada en parte por la generación de explicaciones causales, aun luego de la refutación de la información en la que se basan.
Quedan algunos interrogantes que hipotéticamente podrían constituir posibles formas de disminuir la perseverancia en las creencias y los efectos adversos que tiene en tantas áreas como en los contextos clínicos o de toma de decisiones: ¿los efectos de esa perseverancia podrían reducirse si los sujetos, luego del debriefing, fueran invitados a pensar en las explicaciones que hubieran dado si hubieran estado en el otro grupo opuesto al de ellos? ¿o si se les hubiera solicitado hacer una lista de todas las posibles razones que podrían imaginar que podrían producir tanto una relación positiva como negativa entre las dos variables estudiadas?
¿Podría ser la práctica de tomar diferentes perspectivas un antídoto contra la perseverancia de las creencias desacreditadas? ¿Qué hace que algunas personas muestren más perseverancia que otras? Quedan muchas preguntas sin responder pero como ocurre con la buena investigación, más que cerrar con respuestas, habilita nuevas y mejores preguntas.
Ilustraciones de Fabián Valenzuela. Te invitamos a visitar su Página de Facebook  para que conozcas más de su trabajo.
Referencias
Anderson, Lepper & Ross (1980) Perseverance of Social Theories: The Role of Explanation in the Persistence of Discredited Information. Journal of Personality and Social Psychology, Vol. 39, No.6, 1037-1049.
Jennings, D. L., Lepper, M. R., & Ross, L. Persistence of impressions of personal persuasiveness:
Perseverance of erroneous self-assessments outside the debriefing paradigm.Unpublished manuscript, Stanford University, 1980.
Kelley, H. H. Attribution theory in social psychology. In D. Levine (Ed.), Nebraska symposium on
motivation (Vol. 15). Lincoln: University of Nebraska Press, 1967.
Kelley, H. H. The processes of causal attribution. American Psychologist, 1973, 28, 107-128.
Ross, L., Lepper, M. R, & Hubbard, M. Perseverance in self-perception and social perception: Biased attributional processes in the debriefing paradigm. Journal of Personality and Social Psychology, 1975, 32, 880-892.
Ross, L., Lepper, M. R., Strack, F., & Steinmetz, J. Social explanation and social expectation: Effects
of real and hypothetical explanations on subjective likelihood. Journal of Personality and Social Psychology, 1977, 35, 817-829.
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miércoles, 12 de noviembre de 2014

La última cruzada contra la escuela pública laica

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lunes, 10 de noviembre de 2014

— DEFINICIÓN ATRIBUIDA A UN NIÑO EN EDAD ESCOLAR por WILLIAM JAMES en su obra La voluntad de creer. —

Según una de las reglas para la definición ésta no debe ser ni muy amplia ni muy especifica. Y la definición arriba expuesta es muy especifica puesto que si bien en algunas ocasiones la fe puede significar precisamente eso: creer en algo que uno sabe que no es verdad, el término fe significa, aparte de eso, también muchas otras cosa más. Sin embargo esta idea de la fe —cuyo autor es un niño de edad escolar, a decir de William James—, pudiera pasar por un modelo de definición, si la comparamos con la sustentan teólogos, lideres religiosos y en general el teísta común, en el sentido de que se pretende, con la mayor seriedad del mundo, que la fe representa un valor probatorio en sí mismo y que está por encima de los razonamientos o las demostraciones. Este concepto religioso de la fe, es, a mi juicio, el mayor de los insultos al intelecto humano, y me resulta tan obviamente aberrante, descabellado y ridículo, que supondría yo, no valdría la pena molestarse en ofrecer mayores ni menores explicaciones para invalidarlo: simplemente me figuraría que cualquiera que no sufra de algún grave desajuste en su capacidad de razonar, no podría dejar, olvidando momentáneamente los buenos modales, de carcajearse ante el hecho mismo de oír semejante estupidez. Pero al parecer es todo lo contrario. Como acabo de mencionar, tal idea religiosa de la fe no está anidada sólo en la mente de unos pocos fanáticos religiosos sino que, desgraciadamente, también es frecuente encontrarla en boca del {creyente normal o estándar}, entre los cuales muchos ostentan incluso títulos universitarios. Yo mismo he tenido la experiencia, cuando he cuestionado a alguna persona sus creencias religiosas, que se me responda de manera sistemática con eso de que la creencia en Dios es un asunto de “fe” y que “la fe es una cosa y la ciencia otra diferente”, o que “la fe no tiene nada que ver con las argumentaciones lógicas ni con los hechos científicos”. Ante esta situación, como ateo, me veo obligado a ocuparme de este tema y admitir que la fe es tal vez el artífice de la credulidad más extendido y arraigado, y que goza incluso de cierta {respetabilidad}. A la fe el ateo debe ponerla en el lugar que legítimamente le corresponde. Pero, ¿ cómo proceder para hacerlo?... Un buen diccionario puede ayudar pero en definitiva no resuelve el problema. Tal parece que para poner a la fe en su lugar es necesario adoptar una táctica extravagante, algo fuera de lo común, que llame la atención, que haga ver con claridad que no hay nada mágico o misterioso respecto a lo que este término {fe} o la expresión {tener fe} realmente significa.


Si nuestra tarea es poner a la fe al desnudo, verla tal como es y no como se dice que es, entonces tal vez pudiéramos partir de una analogía. A las personas no les gusta, en condiciones normales, que las vean desnudas. Tal vez con la fe sucede algo similar. La fe quizá sea como una señorita que no se deja ver ni los tobillos de manera que hasta hoy hemos tenido que creer, acerca de la fe, lo que otros dicen haber visto; lo que otros dicen saber. Pero si no queremos depender de lo que otros digan entonces debemos espiar, fisgonear, mirar a hurtadillas por nuestra cuenta. Sin que nadie advierta nuestra presencia escuchemos a la gente que conversa en cualquier lugar y prestemos atención en que contextos las personas emplean la palabra fe. Hagamos una colección de ellos para después analizarlos y tal vez así podamos tener una idea más genuina del significado de la fe.


O también podemos dejar la lascivia de lado, al menos por el momento, y utilizar el empleo de un método más convencional, pero probadamente efectivo, como es el examen de los usos del lenguaje. Digamos, entonces, para nuestros propósitos, que las palabras tienen un significado informativo, y otro emocional, y que, asimismo, dentro del significado informativo pueden distinguirse, en las palabras, diferentes connotaciones y denotaciones. Y la palabra fe tiene, sin duda, significados muy variados y hasta opuestos.. Entre estos significados, como ya vimos en la INTRODUCCIÓN, este término fe puede connotar una convicción, o un simple deseo, o ambos, pero siempre está implícita una fuerte carga emocional. Supongamos (por poner otro ejemplo similar al procurado en ese apartado) que estamos en medio de la celebración de un campeonato mundial de fut-bol. Figurémonos que X persona afirma {tener fe} en que, Argentina, por mencionar a una selección en lo particular, va a llega a la final y a ganar la copa. Si esta persona X es un conocedor de fut-bol, digamos que es un entrenador técnico en este deporte, y además es un argentino, estaríamos ante una situación donde la fe está apoyada muy probablemente por una convicción. El hecho de que en la fe siempre está presente una connotación emocional de deseo de que los hechos o los acontecimientos sean o sucedan de determinada manera, se ve claramente en este mismo ejemplo si sustituimos la nacionalidad de esta persona X Presumamos que el conocedor en fut-bol no es argentino sino brasileño. ¿Diría un experto brasileño en fut-bol que {tiene fe} en que Argentina va a ganar la copa mundial? Sin duda ni la firmeza de sus convicciones lo librarían de ser visto como un traidor por sus paisanos.


Pero la fe puede expresar también sólo un mero deseo donde la más mínima convicción brille por su ausencia. Consideremos, siguiendo este ejemplo, el hecho que cuando se celebraran las copas mundiales sobra, entre niños, jóvenes y adultos, y en cualquier país participante, quien manifieste su fe en, desde luego, sus propias selecciones nacionales. Y por supuesto, sobra señalar que en la mayoría de los casos estas manifestaciones de fe no provienen de expertos en la materia, sino de gente que en realidad no sabe nada de fut-bol. ¡ Muchos tienen {fe} en que su selección hará un gran papel en el mundial, o incluso que ganará la copa, pero resulta, para decirlo en breve, que desconocen las reglas básicas del fut-bol, por no mencionar que no sepan nada de las trayectorias recientes de cada equipo o los nombres o la calidad de los jugadores de ninguna de las selecciones nacionales participantes! Estos ejemplos donde la fe es la manifestación de un deseo, llámense esperanza, necesidad, capricho, preferencia, solidaridad, etc., carente en cualquier caso del apoyo de una convicción, pueden multiplicarse fácilmente. Una señora que acaba de notar su embarazo puede declarar su fe en que su bebe será de determinado sexo. Quien compra un billete de lotería puede expresar su fe en que ganará un premio. Pero en la mayoría de los casos la ausencia de una convicción puede quedar bien encubierta, si bien es más dudosa su presencia ahí donde la carga emocional tiene más peso. Por ejemplo en política y sobre todo en... religión. En cualquier caso, ¿cómo saber en que medida estamos ante la expresión de una convicción o sólo ante la manifestación de un deseo? Una manera es preguntando directamente a las personas en que radica su {fe}. Si responden de manera coherente y con conocimiento de causa estará presente, evidentemente, una convicción. Si por el contrario no saben que responder o lo hacen de un modo vago e incongruente, sabremos que dentro de esa fe no hay sino ganas de creer. De hecho, las personas escogemos entre los vocablos fe o convicción según estemos seguros o no de lo que estamos afirmando. El término fe lo usamos preferentemente cuando estamos involucrados emocionalmente y cuando sabemos que no somos capaces de dar explicaciones precias sobre por qué creemos que algo es o será de determinado modo. Y favorecemos la utilización de la palabra convicción cuando queremos hacer notar que en nuestra opinión el factor emocional no es relevante, y cuando creemos o sabemos que podemos ofrecer fundamentos sólidos que sustenten o aclaren lo que afirmamos. Nada impide, en nuestro ejemplo, que el técnico brasileño en fut-bol pueda manifestar su {convencimiento}, si ese es el caso, que la selección argentina ganará la copa mundial, porque estaríamos simplemente ante la declaración calificada, aunque seguramente no entusiasta, de un experto.


La cantidad de personas en el mundo que cree en la existencia de Dios es en verdad impresionante. Pero yo nunca he escuchado a ningún creyente que diga que está {convencido} de la existencia de Dios. Siempre arguyen su {fe} como el sustento para sus creencias ¿Se antojará difícil pensar que puedan estar todos ellos equivocados? Porque cuando se les pregunta por qué tienen fe en la existencia de Dios, ¿de qué modo suelen responder a esa pregunta? ¿Son conocedores que saben de lo que están hablando y pueden aportar argumentos sólidos en apoyo a su fe? ¿ O lo que está dentro de su fe son sólo los miedos primitivos que dieron origen a las divinidades, heredados a través de los milenios, así como los prejuicios que sus madres les metieron en la cabeza desde niños? Respecto a las opiniones multitudinarias Bertand Russell en una ocasión dijo:


El hecho de que una opinión ha sido ampliamente extendida no es evidencia de que no es absurda; de hecho, en vista de la estupidez de la mayor parte del género humano, es más probable que una creencia ampliamente extendida sea una tontería.


El término fe puede también expresar, asimismo, ideas que son contrarias o antagónicas entre sí.. Cuando un ex campeón de boxeo, por ejemplo, declara que tiene mucha fe en que volverá a ser el campeón nuevamente, aparte de que está expresando un deseo y probablemente también una convicción, puede que sobre todo esté tratando de decir que está determinado, decidido, resuelto, a lograr su propósito, es decir, que no cualquier obstáculo, cualquier escollo, va a hacerlo desistir. En este sentido la fe tiene, sin duda, una connotación positiva o respetable. Sólo que esta determinación puede irse diluyendo paulatina e imperceptiblemente hasta llegar a convertirse claramente en obstinación o necedad. Si nuestro ex campeón, después de dos o tres peleas donde pierde cada vez contra contrincantes de menor calidad, continúa con su {fe} intacta, entonces la fe deja de ser algo respetable porque la necedad ciertamente no lo es.


La expresión {tener fe} entraña, por otro lado, una marcada ambigüedad, notoria e intolerable, o felizmente ignorada, según se vea desde el ángulo del ateo o del creyente, respectivamente. Cuando una mujer dice que tiene fe en su marido no está tratando de afirmar, obviamente, que cree que su marido existe, sino que cree que su marido se comporta o se comportará con relación a ella y su familia del modo como se espera que lo haga un buen marido. Pero si una persona dice que tiene fe en el espiritismo, no está afirmando que cree que el espiritismo funciona de una manera más adecuada o eficaz respecto a otra que sea menos adecuada o eficaz, sino que lo que está expresando es que el espiritismo funciona, que el espiritismo existe realmente. Considerado esto, ¿qué significa la expresión “tener fe en Dios”? Significa ambiguamente las dos cosas. Por un lado la creencia de que Dios es de un modo determinado y no de otro, y por otro la creencia de que Dios existe realmente, independientemente de cuales sean sus atributos o cualidades. Si por un momento suponemos que asignamos el nombre de Dios la fuerzas creadoras del universo, como la gravitacional, la electromagnética y la nuclear — que son, obviamente, entidades indiferentes a los intereses, rezos y suplicas de los seres humanos—, entonces podemos empezar a comprender que las palabras o las frases dejan de sernos útiles cuando las usamos de modo tan ambiguo. Los místicos pueden creen en Dios partiendo del hecho que lo imaginan, acorde a las necesidades o anhelos humanos, como un ser omnipotente, omnisapiente, amoroso y justo; Y de ahí brincan a la conclusión, sin más ni más, que un Dios así existe realmente. O la premisa puede ser que algún Dios tiene o debe de existir siendo la conclusión, sin más ni más, que Dios es un ser omnipotente, omnisapiente, amoroso y justo. En cualquier caso, al creyente no parece incomodarle en lo más mínimo la ausencia de evidencia que haga suponer que algún dios, del modo como el ser humano lo imagina, realmente exista.


La vaguedad de los significados de la fe, sin embargo, puede llegar— aunque en lo que sigue es más apariencia que realidad— todavía más lejos. Un teísta podría argumentar que si la religión o la creencia en Dios es un asunto de fe, la ciencia, en el fondo, también lo es. Los ateos afirmamos que los religiosos están sumergidos en un mundo irreal donde hablan sólo de cosas imaginarias como Dios, Demonio, Alma, Cielo, Infierno, Juicio final, Salvación, Vida Eterna, etc. Pero los creyentes podrían replicar haciendo suya la observación hecha por un mismo investigador científico:


Un físico de nuestro siglo, interesado en la estructura básica de la materia, trata con radiaciones que no puede ver, fuerzas que no puede sentir, partículas que no puede tocar.


En verdad, si nos fijamos bien, la fe también puede adoptar un significado parecido a lo que en el mundo científico se conoce como hipótesis. Y en este sentido la fe es ciertamente algo muy respetable. Una hipótesis, en principio, no es más que una forma de tratar de explicar, entre otras posibles, la naturaleza de un fenómeno, un problema o su solución. Lo típico es que cuando se trata de encontrar la solución a un problema difícil, la búsqueda de esa solución pueda realizarse desde diferentes puntos de partida. Lo que sucede es que hay demasiados hechos particulares, demasiados datos en el mundo, que pueden estar involucrados en el problema o fenómeno, para que alguien pueda tomarlos en consideración a todos al mismo tiempo. Entonces el científico, el detective, el abogado, el investigador, o quien se enfrenta al fenómeno o al problema, tiene que ser selectivo. Tiene que elegir que alternativa, que datos examinar primero y cuales dejar de lado. Si la primer hipótesis, si la primer serie de datos tomado en cuenta no rinde fruto, entonces se abandona y se procede a abordar otra alternativa, otra hipótesis. Como puede verse claramente, la hipótesis, desde el punto de vista que es inicialmente una alternativa preferida respecto a otras, es una forma de intuición, de corazonada, de confianza, de {fe} que por ahí, y no por otro lado, está lo que buscamos.


Los teístas asimismo pueden afirmar, sobre todo, que la bandera del ateo, que dice estar tejida a base a hechos científicos, también está hecha de creencias, de materiales, donde al menos unas hebras o hilos de fe están presentes. Y en eso, al menos en cierto sentido, tienen razón. Yo, por ejemplo, dentro de las innumerables creencias que me han hecho ateo puedo (por citar sólo tres ejemplos) mencionar el hecho de que creo en la existencia de fósiles que pertenecen a la familia humana, como el homo habilis o el homo erectus, fósiles que no sólo nunca he visto, sino que aún cuando los tuviera en mis manos yo particularmente no sabría reconocerlos como lo que los antropólogos paleontólogos dicen que son. También creo que la vida no es más que una sutil consecuencia de la física y de la química, como afirma la mayoría de los biólogos, aunque yo de átomos, moléculas, glúcidos, lípidos, prótidos y ácidos nucleicos no entiendo casi nada. Y también creo que el orden majestuoso que hoy se observa en el sistema solar es producto de un origen extraordinariamente violento y caótico, de un proceso donde los planetas que vemos orbitando bien podrían igualmente estar ausentes, o vagar en pedazos en forma de meteoritos o asteroides. Esto es lo que nos dicen los cosmólogos aunque en esto, desde luego yo tampoco soy ningún especialista.. Es decir, a mí nada de esto me consta personalmente y es innegable que mis creencias dependen mucho de la confianza, de la {fe} que yo tengo en las creencias o convicciones de otros. Y en esto debo subrayar que yo soy sólo ejemplo de lo que nos sucede a todos los seres humanos. Muchas de nuestras creencias, desde el más ignorante hasta el más sabio de los hombres, están conformadas, en alguna medida, por la confianza o fe que tenemos en las opiniones o creencias de otros. Es curioso. Hay manifestaciones de {fe} donde la convicción brilla por su ausencia pero también hay {convicciones} donde la fe no brilla por su ausencia.


¿Qué significa entonces todo este embrollo en torno a la fe? ¿No hay diferencias importantes entre las creencias religiosas y las creencias científicas, las creencias del ateo? Son varias las diferencias y no digamos importantes sino fundamentales. Que nadie se vaya, lectores, porque la {pudibunda} fe está por ser despojada de las últimas prendas que la cubren.


Como se desprende del desarrollo de toda esta argumentación, tener fe es siempre la expresión de una expectativa sobre algo que es incierto o inseguro. Sería redondamente ridículo expresar fe acerca de hechos ya sucedidos o conocidos. Nadie diría, por ejemplo, hoy por hoy, que tiene fe en que el hombre es capaz de crear maquinas que puedan volar. Y se desprende también que aún en los casos donde las expectativas están apoyadas en hechos sólidos, es decir, en una convicción, de cualquier manera no hay garantía total de que la expectativa resulte ser como se cree o se piense que sea. No importa lo convencido que una persona pueda estar acerca de algo, siempre es posible que esté equivocado. El sismo pronosticado puede no llegar a ocurrir. El equipo favorito para ganar un torneo puede quedar apenas a media tabla. El marido supuestamente intachable puede ser en realidad infiel o abusivo con sus hijos. El ex campeón de boxeo puede nunca volver a ganar una pelea. Y es también sin duda posible, y según se quieran ver las cosas, aún probable, que los paleontólogos, los biólogos y los cosmólogos estén, por el motivo que sea, parcial o incluso totalmente equivocados en sus apreciaciones. Y esta ACTITUD, de reconocer que uno siempre puede estar errado, (de modo que los hechos científicamente establecidos están siempre en constante revisión y no abandonan nunca, de hecho su condición de hipótesis), actitud propia de quien tiene una mentalidad abierta, disciplinada y autocrítica, es lo que mejor transparenta los significados de la fe. Porque, ¿ acaso existe, dentro de las creencias religiosas, el reconocimiento de que éstas puedan estar equivocadas? No. Dentro de las creencias religiosas no existe esa posibilidad. Aquí en México no hay ninguna posibilidad que las apariciones y milagros de la Virgen de Guadalupe sean sólo un mito. Entre los musulmanes no hay ninguna posibilidad de que el Corán haya sido, no dictado por Alá, el único Dios verdadero, sino escrito por algún grupo de árabes fanáticos. Para un católico no hay ninguna posibilidad de que el Papa y el brujo más distinguido de cualquier religión primitiva sean esencialmente lo mismo. En fin, dentro de las creencias religiosas no hay lugar para la duda o las rectificaciones. Las creencias representan verdades absolutas y finales; los cuestionamientos acerca de ellas están fuera de lugar, están prohibidas. Luego entonces el significado religioso de la fe, cuando los creyentes usan este término para abanderar y justificar sus creencias religiosas, es muy concreto y muy claro: EQUIVALE A DOGMA Y A DOGMA SÓLAMENTE. Y la fe en este sentido de dogma, como dice el niño citado por William James, es creer en algo que uno sabe que no puede ser verdadero. O como afirma Friedrich Nietzsche en El Anticristo : {fe} equivale a no querer saber la verdad.

Es patente, pues, que dentro de la actitud dogmática podrían caber todos los necios recalcitrantes, todos los incoherentes consuetudinarios y todos los que sufren de bloqueos sicológicos religiosos del mundo. Pero a menos que queramos engañarnos a nosotros, a menos que nos importe un comino pisotear nuestra dignidad intelectual, es indisputable que no podemos permitirnos seguir sustentando en dogmas las creencias religiosas ni las creencias de cualquier otro tipo. Porque de este análisis de los significados de la fe hemos podido develar que el creyente, ESCUDADO EN LAS CONNOTACIONES RESPETABLES QUE CIERTAMENTE ESTE TÉRMINO POSEE EN OTROS SENTIDOS, PRETENDE QUE EL DE DOGMA TAMBIÉN LO ES. Pero ahora sabemos que NO ES ASÍ. Un dogma no es algo respetable. Esto los mismos creyentes lo saben y de ahí que, como manifiesta asimismo Nietzsche en su obra arriba citada, los místicos experimenten un odio hacia el pensamiento racional, la realidad y la investigación científica. Es comprensible. Al científico, y consecuentemente al ateo, que puede no ser un científico profesional pero en actitud sí lo es, le interesa que sus creencias puedan ser DIRECTA O INDIRECTAMENTE VERIFICADAS, que SEAN COMPATIBLES CON OTROS HECHOS ESTABLECIDOS, y que PUEDAN EXPLICAR Y AÚN PREDECIR otros hechos que puedan relacionarse o derivarse de sus creencias. Al religioso nada de esto le interesa. Y esto es lo que deja la fe del creyente, al dogma, sin ni siquiera la proverbial hoja de parra que la cubra. El dogma desnudo.
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martes, 4 de noviembre de 2014

FRANS DE WAAL

frans de waal
El Bonobo y los ateos
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El pensamiento ilusorio

El pensamiento ilusorio, conocido en inglés como wishful thinking, es una falacia y un sesgo cognitivo en el que se forman opiniones y se toman decisiones basadas en lo que sería más placentero de imaginar en vez de fundamentadas en la evidencia o racionalidad. Así, el pensamiento ilusorio recae en las emociones.

Puede ser un caso específico de falacia lógica en un argumento cuando se asume que si se desea algo para que sea verdad -o falso- esto será verdadero -o falso-.

Un típico ejemplo sería: "¿Acaso no te gustaría que hubiera una vida después de la muerte?"

Independientemente de lo que deseemos, la evidencia disponible y lo que sabemos no nos permiten inferir que haya una vida después de la muerte, por lo que asumir que esta existe, porque sería "más alegre", es un típico caso de pensamiento ilusorio.

Lo mismo aplica al mentiroso, cliché y mancillado "Los creyentes son más felices que los ateos". Si eso fuera cierto -que no lo es-, no sería un argumento para ser creyente. ¡Sigue siendo una falacia!
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Universidad del Salvador

Para el INADI

Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo

, la USAL “construye al ateísmo como un adversario temible y sobre todo se vislumbra a la persona del ateo como un antagonista. De modo que asociar al ateísmo como conspiración contra la prédica trascendentista contribuye a negarle entidad suficiente como alternancia dentro del espectro de las creencias y religiones. Menoscabar esta perspectiva contribuye a perpetuar prácticas sociales discriminatorias”,
CUALQUIER ENTIDAD RELIGIOSA Y SUS MIEMBROS HAN DE SOMETERSE A LAS LEYES CIVILES DEL ESTADO Permítanme una sugerencia en aras de diplomacia. En vez de "eliminarlos", ponele "pasarlos al recinto de fe correspondiente".

De esta forma sugiero, entre líneas, que no realmente no apunta a borrar toda huella de la fe en la sociedad, sino señalar que cada uno tiene un lugar más específico. Alude a que si uno quiere eso, va al lugar correspondiente, o engancha con el canal correspondiente, donde se puede dar una panzada de fe con sus correligionarios.
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lunes, 3 de noviembre de 2014

PARA ACABAR DE UNA VEZ CON LAS MUJERES

 PARA ACABAR DE UNA VEZ CON LAS MUJERES



¿Habrá que ver en el odio a las mujeres, compartido por el judaismo, el cristianismo y el islam, la consecuencia lógica del odio a la inteligencia? 

Volvamos a los textos: el pecado original, la culpa, la voluntad de saber, se deben primero a la decisión de una mujer, Eva. Adán, el imbécil, se queda satisfecho con obedecer y someterse. Cuando la

serpiente (Iblis, en el Corán, que desde hace siglos lapidan millones de peregrinos en La Meca bajo la forma primitiva de un berilo...)habla -lo cual es normal, es sabido que todas las serpientes hablan- ,

se dirige a la mujer y entabla un diálogo con ella. Serpiente tentadora, mujer tentada, por lo tanto mujer tentadora para toda la eternidad; es un paso fácil de dar...El odio a las mujeres es similar a una variación sobre el tema del odio a la inteligencia, a lo que se suma el odio a todo lo que ellas representan para los hombres: el deseo, el placer y la vida. Incluso

la curiosidad: el Littré confirma que se denomina «hija de Eva» a toda mujer curiosa. Ella da deseos y también da la vida: por su intermedio se perpetúa el pecado original, que, como asegura Agustín, se

transmite desde el nacimiento, en el vientre de la madre, a través del esperma del padre. Sexualización de la culpa. Los monoteísmos prefieren mil veces el Ángel a la Mujer. Mejor un mundo de serafines, tronos y arcángeles que un universo femenino, ¡por lo menos mixto! Nada de sexo, sobre todo: nada. La carne, la sangre y la libido, asociadas de modo natural a las mujeres, les proveen al judaismo, al cristianismo y al islam más de una ocasión para establecer lo ilícito y lo impuro, y así atacar el cuerpo deseable, la sangre de las mujeres liberadas de la maternidad y la energía

hedonista. La Biblia y el Corán se regodean en esos temas.

Las religiones del Libro detestan a las mujeres: sólo aman a las madres y a las esposas. Para salvarlas de su negatividad consustancial, para ellas no hay más que dos soluciones -de hecho, una en dos tiempos -, casarse con un hombre y darle hijos. Cuando atienden

a su marido, cocinan y se ocupan de los problemas del hogar, cuando además alimentan a los niños, los cuidan y los educan, ya no queda lugar para lo femenino en ellas: la esposa y la madre matan a la mujer. Con eso cuentan los rabinos, los curas y los imanes, para tranquilidad del varón.

El judeocristianismo sostiene la idea de que Eva —aparece en el Corán como mujer de Adán, es cierto, pero nunca la nombran, apenas un signo... ¡lo innominado es innombrable! fue creada en segundo lugar

(sura 3, 1), como un accesorio, de la costilla de Adán (Gen. 2, 22), Un despojo retirado del cuerpo principal. Primero, el macho, y luego como fragmento separado, el resto, la migaja: la hembra. El orden de

llegada, la modalidad existencia! participativa, la responsabilidad de la culpa, todo agobia a Eva. Desde entonces, paga el más alto precio.

Su cuerpo está maldito y ella también,en su totalidad. El óvulo no fecundado exacerba lo femenino en falta, por negación de la madre. De ahí proviene la impureza de la regla. La sangre menstrual presenta igualmente el peligro de períodos de infecundidad. Una mujer estéril e infecunda es el peor oxímoron para el monoteísta.

Además, durante el período no hay riesgo de embarazo; por lo tanto, la sexualidad queda disociada del temor a la maternidad y así puede practicarse por sí misma. La potencialidad de la sexualidad separada de la procreación, en consecuencia, de la sexualidad pura, de la pura sexualidad: he ahí el mal absoluto.

En nombre del mismo principio, las leyes monoteístas condenan a muerte a los homosexuales. 
¿Por qué? Porque su sexualidad impide -por el momento- las funciones de padre, madre, esposo y esposa, y afirma alas claras la primacía y el valor absoluto del individuo libre. El soltero, dice el Talmud, es un hombre a medias (!), a lo que el Corán responde en los mismos términos (24, 32), mientras que Pablo de Tarso

ve en el solitario el peligro de la concupiscencia, el adulterio y la sexualidad libre. De ahí proviene -ante la imposible castidad- su exhortación al matrimonio, la mejor manera de acabar con la libido.

Asimismo, las tres religiones censuran el aborto. La familia funciona como límite insuperable y como célula básica de la comunidad. Implica niños, que el judaismo considera como la condición de supervivencia de

su Pueblo, que la Iglesia desea ver crecer y multiplicarse, y que losmusulmanes consideran la bendición del Profeta. Todo lo que ponga trabas a la demografía metafísica desata la ira monoteísta. A Dios no le gusta el planning familiar. Por ello, en cuanto da a luz, la madre judía ingresa en un ciclo de impureza. La sangre, siempre la sangre.

En el caso de un hijo, la prohibición de entrar en el santuario es de cuarenta días;para las hijas,¡sesenta! Dice el Levítico... Conocemos la oración judía de la mañana que invita a todos los hombres a bendecir a Dios durante el día por haberlo hecho judío,no esclavo ni.mujer! (Men. 43b).Tampoco ignoramos que el Corán no condena explícitamente la tradición tribal preislámica que justifica lavergüenza de convertirse en padre de una hija y justifica la pregunta: ¿conservará a la niña o la esconderá bajo tierra? (16, 58). (La edición resumida de la Pléiade advierte en una nota, para atenuar la barbarie probablemente, que es por temor a la pobreza, ¡lo que faltaba!)Por su parte,los cristianos, muy graciosos, sometieron a discusión en el Concilio de Macón, en 585, el libro de Alcidalus Valeus, titulado .Disertación .Paradójica en la que se intenta demostrar que las mujeres no son criaturas humanas . No se sabe dónde está la paradoja (!),ni si el ensayo sufrió algún cambio, tampoco si Alcidalus conquistó a su público de jerarcas cristianos ya ganados a su causa-basta con adherir a lasinnumerables imprecaciones misóginas de Pablo de Tarso,pero la prevención de la Iglesia con respecto a lasmujeressigue siendo de una actualidad siniestra.

 Onfray Michel -Tratado de ateologia


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