De continuar con las diferentes impunidades con la que se maneja y la promoción de una intelectualidad mediocre, no concordante con los raudos conocimientos científicos y el racionalismo paralelo, debe considerársela como un trastorno de la personalidad, hoy omitido por idóneos especialistas que prefieren, para nada audaces y probos, tomarla conceptualmente como sintomatología de un costumbrismo inmemorial.
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